EL DIOS PARIENTE POR ALIANZA [4 de 5]
EN LA CULTURA BÍBLICA]

Visión bíblica y visión griega
del parentesco de Dios y el hombre

También en la cultura griega antigua había conciencia del alma y de la personalidad íntima. Esto llevó a algunos de sus representantes a presentar al alma humana como unida a Dios por una filiación de naturaleza.
Nos importa mostrar las diferencias que hay debajo de aparentes estas convergencias. De alguna manera, al señalar las diferencias, podremos acercarnos más a una mejor comprensión de la visión bíblica.
Como en la cultura bíblica, también los griegos hablaron de la familiaridad del hombre con Dios. El término central de estas elucubraciones es la sungeneia. El hombre es sungenés de los dioses, es de su mismo génos.
El tema ha sido estudiado por Edouard Des Places cuyo estudio nos sirve de guía en este tramo.

Pablo de Tarso, en el discurso del Areópago, buscando un punto de contacto y de inserción del mensaje evangélico en la cultura y en la religión griega, cita, en su famoso discurso, un verso del poeta Arato: «Somos de la raza de los dioses» . ¿Vieja creencia en una creación? ¿en una preexistencia del alma en otra vida? En todo caso el instinto y el atractivo esencial era el retorno a Dios. Y de ahí el atractivo que sobre el alma griega tuvieron las religiones de misterios.
Hijo de Dios, destinado a reencontrarlo, el hombre debe parecérsele. Platón declaró por eso, que era la tarea propia de la vida humana, parecérsele.

 

La noción de parentesco, plantea problemas que, también en este caso, han sido encarados desde el área de distintas disciplinas: filológica, histórica, literaria Para el griego, este vocabulario del parentesco, «altamente arcaico» en el que «se traduce un estado social patriarcal» ha sido descrito por P. Chantraine «Les noms du mari et de la femme, du père et de la mère en grec» (R.E.G. LIX-LX, 1946-47, p. 219-250; Cfr. Etudes sur le vocabulaire grec, Paris, 1956, p. 14: «les noms de parenté présentent un aspect archaïque et conservateur»..
En el orden de las ideas, el concepto griego de parentesco del hombre con Dios, se sitúa en la intersección de dos corrientes principales que dividen el pensamiento griego. La corriente legalista insiste en la distancia entre las dos razas. Es la que siguen por lo general los poetas, aunque algunos versos de Homero o de Píndaro tienden a dar a los dioses y a los hombres un origen común. La corriente mística y filosófica, se apodera de este vínculo que une al hombre y a la divinidad. Urge a los hombres a imitar lo eterno; al fin, el hombre se convertirá en Dios .

Se ha comparado el texto del Prólogo del Evangelio según San Juan 1,12-13 con un texto de Epicteto donde se refleja una concepción de un doble parentesco «según la carne y según el espíritu». En el texto de Juan se habla de la adopción del hombre por Dios.

Naturalmente, jamás ningún griego pudo considerarse hijo de Dios a la manera bíblica, ni en particular a la manera cristiana. Pero Pablo de Tarso, citando el verso de Arato, demuestra que veía la posibilidad de encontrar en él un punto de inserción, para la visión cristiana, dentro de la visión de un griego. ¿En qué medida podían recubrirse las conciencias griega y cristiana de que el hombre era hijo de Dios?

Antes que nada hay que disipar un equívoco. Si bien es cierto que Homero habla de Zeus como «padre de los dioses y de los hombres», eso no quiere decir que Zeus sea lo uno y lo otro de la misma manera.

Cuando Juan, el evangelista, llama a los hombres «Hijos de Dios», puesto que vivía en un mundo donde el helenismo había sembrado el equívoco, se cuida de marcar las diferencias con la filiación del Verbo. Como se ha observado acertadamente: «La de ver en los hombres, sustancialmente, la raza de Dios, no es una idea cristiana ni judía, – es decir, no es una idea proveniente del mundo de la cultura bíblica – » .

Tampoco era una idea griega sin más ni más. La fórmula griega sobre la paternidad universal de Zeus sobre dioses y hombres no implica necesariamente una identidad entre la raza divina y la raza humana. Muy posiblemente no expresa otra cosa que la autoridad patriarcal de un paterfamiliae.

Homero
«En literatura, en moral, en religión, Homero, entre los griegos, es un punto de partida: se lo encuentra al comienzo de todo. Las dos corrientes brotadas del sentido de la raza griega también tienen su origen en Homero. La que vincula entre sí a los hombres miembros del mismo genos. Y la que introduce al hombre en la familia de los dioses. En los poemas homéricos hay lugar para el deseo del hombre de elevarse a la altura del antepasado común de dioses y hombres: Zeus.

Los vínculos de parentesco humano:
Si se pregunta de dónde proviene la naturalidad y el interés humano de los poemas homéricos, lo primero que salta a la vista es la frescura de sus comparaciones. Pero cuando se penetra al mundo de los sentimientos, se descubrirá que residen sobre todo en la psicología de los vínculos familiares. Tanto en la Iliada como en la Odisea es constante la expresión de los amores de familia: paterno, materno, filial, conyugal. Recuérdese el canto XXII de la Iliada, centrado en la muerte de Héctor. Antes de su combate con Aquiles, las súplicas de Príamo y Hécuba que tratan de disuadir a su hijo. Después de su muerte, las lamentaciones de ambos. Aquiles no olvida a su anciano padre Peleo, cuya memoria le evoca Príamo. Telémaco recorre el mundo a la búsqueda de Ulises. Y el clímax de la Odisea está en el retorno al hogar y en el reencuentro. Las razones con que Néstor mueve a los guerreros para luchar son: «que cada cual recuerde a sus hijos y a su esposa, a su casa y a sus padres, ya sea que los tenga aún vivos, ya sea que hayan muerto».
La relajación de la constitución del genos y el debilitamiento de la autoridad paterna , que a partir de la Odisea tienden a arruinar la solidaridad familiar, no impiden que ésta guarde todavía en Homero su cohesión. La sangre y la raza hablan todavía en voz más alta que la justicia y el derecho. Mejor dicho, ellas son y dictan justicia y derecho.

Un héroe de Homero siempre está pronto para recordar su genealogía. Por ejemplo Glaucos termina su relato y la gesta de Belerofonte con la fórmula: «Esta es la raza, la sangre de la que yo me glorío de provenir» .
Las bases de la sociedad homérica son el derecho familiar y la moral del honor. La Iliada y la Odisea ignoran todavía la palabra syngeneia, pero genos comienza allí su carrera. Y el concepto de areté, de la excelencia del hombre, tiene que ver mucho con su origen familiar.

Los vínculos entre dioses y hombres:
Ser de la raza de los héroes es un título de gloria. Cuánto más ser de raza de dioses. Pero ¿tienen ambas razas un origen común?
Los poemas homéricos insisten sobre la miseria de la condición humana. El mismo Aquiles le dice a Príamo: «Tal es la suerte que los dioses asignaron a los pobres mortales, vivir en la tristeza, mientras ellos viven libres de todo cuidado» .
Apolo se niega a batirse con Poseidón «a causa de los pobres seres humanos, semejantes a las hojas, que hoy están verdes y llenas de brillo y mañana se secan y caen…» . Los dioses deben guardar distancia respecto de los hombres: Hermes no puede quedarse mucho con Príamo porque «estaría mal que un dios inmortal demostrase a mortales favor tan manifiesto» .

Cuando Diomedes se arroja sobre Eneas, sin respetar al dios que lo protege, Apolo lo reconviene: «¡Detente! y no pretendas igualar tus designios a los de los dioses; serán siempre dos razas distintas, la de los dioses inmortales y la de los humanos que andan sobre la tierra» . Néstor dirá: «Ningún mortal podría penetrar los pensamientos de Zeus; por mejor que fuese, Zeus lo supera cien veces» .

Las dos razas no se identifican. Habrá que esperar siglos, hasta en los umbrales de la era cristiana, para que los estoicos, Aratos, Epicteto, osen proclamar al hombre como hijo de Dios.

Por lo tanto la fórmula que hace a Zeus «padre de los dioses y los hombres» , no expresa, como adelantáramos, más que una autoridad patriarcal y no una verdadera paternidad respecto de los hombres. Homero piensa en una dependencia, no en una filiación. Reconocer que depende de los dioses es el primer deber del hombre homérico.

A pesar de estas afirmaciones, Homero habla poco de relaciones espirituales entre Dios y el hombre. Está muy lejos de la visión bíblica, expresada por Lactancio en su vertiente cristiana, pero que suscribiría y podría reconocer como suya cualquier jasíd: «Pietas nihil aliud est quam Dei parentis agnitio» .

Nos encontramos pues, en el mundo griego, con un fenómeno perturbadoramente semejante al del mundo bíblico. La solidaridad familiar, fuertemente anudada por la concepción del genos, favorecía la idea de una intimidad divina que llegaba hasta la semejanza. Ya que, como dirá Hesíodo, «el ideal de los padres es tener hijos que se les parezcan», el parentesco con Dios deberá traducirse, también, en una semejanza. Los griegos tendieron siempre a acercarse a sus dioses, o a acercar a sus Dios.

Homero representa sólo el comienzo de una larga historia religiosa del mundo griego. Hay mucha distancia entre el genos = la raza de la que se enorgullecen de provenir los héroes homéricos y el genos tal como lo entiende Aratos: raza de los dioses a la que pertenecen también los hombres. Si se trata de un parentesco real, syngenés se traduce por pariente o próximo. En los usos metafóricos puede traducirse como connatural y equivale a synfytos . Como ha relevado Des Places, numerosos textos de Platón en sus últimos diálogos, y también textos de Aristóteles o de Teofrasto convencen de la cuasi-sinonimia entre syngenés y synfytos.

La idea de parentesco en el mundo griego, que tiene su origen en la institución familiar, se va tiñendo, en la historia del pensamiento griego, de un valor filosófico y religioso.

El concepto de syngeneia expresa el parentesco con el matiz de la connaturalidad (synfysis), de la participación en la misma naturaleza. Es un énfasis en lo ontológico, muy propio del genio filosófico del alma griega.

Platón insistirá menos en el parentesco del hombre con Dios que sobre el parentesco del alma, en especial del intelecto, con las Ideas y con el Ser. Es bajo este aspecto que concibe el «parentesco divino» de la humanidad. Ni en él ni en Aristóteles se tratará de un Dios personal. A Platón, todo personalismo le parecía teñido de antropomorfismo. Se contentaba con un monoteísmo difuso, el único posible entre los griegos. Pero el parentesco, la connaturalidad del alma con el mundo de las Ideas, es lo que le permite al hombre conocer.

En la escuela Estoica que se encuentran expresiones semejantes y cercanas al pensamiento bíblico, pero en un contexto y por lo mismo con sentidos muy diversos. En Cleanto y en Arato se han señalado los dos textos más cercanos y semejantes a la visión bíblica. El texto de Arato es el que Pablo de Tarso alegó en el Areópago, en un frustrado intento por tender un puente entre los teólogos griegos y su evangelio.

Cleanto es autor de un himno a Zeus paralelo del himno a Zeus de Arato en su Fenomena. La dependencia entre ambos himnos de estas dos figuras de la escuela del Pórtico y contemporáneas, es un asunto discutido y que no nos interesa dilucidar.
Citamos a continuación los exordios de ambas composiciones:

1º Cleanto:
«¡El más glorioso de los Inmortales, tú al que se invoca con tantos nombres, eternamente todopoderoso, Zeus, autor de la Naturaleza, que en la Ley gobiernas todas las cosas, yo te saludo!: Porque todo hombre, sin impiedad, puede dirigirte la palabra. Porque es de ti de quien provenimos, ya que somos los únicos, entre todos los seres mortales que tienen vida y se mueven sobre la tierra, que hemos recibido en comunicación el sonido que imita todas las cosas» (e.d. el Logos, la Palabra).

2º Arato
«¡Que todo canto comience por Zeus! Mortales: ¡no dejemos de alabar jamás su nombre! Todo está lleno de Zeus, tanto las calles como las plazas donde los hombres se reúnen, y el vasto mar y los puertos: a cualquier lado que vayamos, todos tenemos necesidad de Zeus. Como que somos de su raza . Y él, como un bondadosísimo padre, da a los hombres signos propicios

 

A pesar de la semejanza, no hay que engañarse. El origen común de hombres y dioses no implica de parte del hombre un sentimiento de dependencia, y menos aún un sentimiento filial respecto de los dioses. En el estoicismo los dioses se reducen a la unidad del Zeus-logos, el hecho de que los hombres deban a este dios único su existencia, no crea entre ellos y éste los vínculos paterno-filiales. Sin embargo, el himno de Aratos concluye por un: «¡Salve Padre, maravilla soberana, soberano beneficio para los seres humanos!» (v.15).

¿Cómo pudo llegar el pensamiento griego a ofrecer ese punto de enganche?

Se ha demostrado que la Stoa es una corriente del pensamiento griego que brota de influjos semíticos . El nombre del padre de Zenón, Mnaseas, sería la forma griega del hebreo Manasés. Muchos aspectos del genio del pensamiento y hasta del modo de expresarse estoico se deberían a estos orígenes semíticos de Zenón y Cleanto. La doctrina estoica del Logos, podría vincularse al Dios creador bíblico, que lo crea todo con su palabra.

Para Zenón, Dios es la naturaleza. Y si todo depende de ésta, no es extraño que la ética estoica proponga como ideal moral el vivir de conformidad con la naturaleza, más precisamente conforme al Logos (homologoumenos zen, que Cleanto explica como akolouthos te fysei zen). Y es gracias y sobre todo a las percepciones connaturales, es decir conformes a la naturaleza, que el hombre puede decir: Homo sum: humani mihi nihil alienum puto . Es sobre todo gracias a estas percepciones connaturales que el hombre se distingue del animal. Y una de ellas, la más alta, ha permitido a los primeros hombres, dice Dion Crisóstomo la representación de los dioses, «gracias a la connaturalidad con ellos» .

Es sobre este terreno de la escuela del Pórtico que pudieron florecer – como adelantamos más arriba – los dos testimonios que han sido más agitados como paralelos entre el pensamiento religioso griego y el bíblico. Cleanto y Arato.

Sin embargo, lo que parece una cumbre de la semejanza, es, si lo examinamos bien, una exasperación de las diferencias.
1ª Nada más antibíblico que postular una semejanza de naturaleza entre Dios y los hombres.
2º Además, en el mundo bíblico no hay un genos divino, por la sencilla razón de que, siendo monoteísta, no conoce una raza de dioses, con la que el hombre pudiera emparentar, o que pudiera compartir. El Dios bíblico es uno y único, y además, celoso. No admite otros y aspira a la exclusividad del amor del hombre y a su fidelidad.

El parentesco del Dios-Goel, no va por esta vía de la sungeneia concebida como synfysis. Esta vía de la connaturalidad correspondería, analógicamente, a las formas de parentesco por consanguinidad. Por el contrario, el hecho de que el Dios bíblico sea un pariente por Alianza, salvaguarda precisamente lo que podríamos llamar la diáfysis, por oposición a la synfysis, la diferencia y la distancia entre el ser del Creador y el de las creaturas, la diversidad de naturalezas.

Es cierto que en la vertiente cristiana de la cultura bíblica aparece, por la doctrina de la Encarnación, una visión nueva acerca del vínculo entre la naturaleza divina y la humana. Aparece una nueva modalidad de la alianza y del parentesco que involucra de modo más estrecho la naturaleza humana y la divina . Esta nueva relación es la que sanciona el nombre «Nueva Alianza» o «Nuevo Testamento».

Pero no nos toca entrar aquí en los rasgos diferenciales de las distintas ramas de la religión bíblica, sino a lo que les ese común. Y la especificidad de la visión cristiana no se opone a la condición genérica del Dios-pariente. Sólo introduce una visión nueva acerca de la naturaleza del vínculo de Alianza de parentesco.

3ª Por último, en la visión bíblica, el parentesco por Alianza, de Dios con los patriarcas, es fruto de una libérrima iniciativa divina, llamada elección y vocación, en una palabra: gracia. No así en la visión estoica, donde la divinización del hombre y su participación en la naturaleza divina se sitúa al final de un esfuerzo moral.

Como se ve: en la comparación de culturas o religiones, las semejanzas y aparentes paralelismos de rasgos o elementos suelen ser engañosas. Si una expresión, una imagen o alguna idea particular, como en nuestro caso el del parentesco entre Dios y el hombre, se encuentra en dos culturas o religiones, eso no indica que tenga igual significado en ambas. Inclusive en el hipotético caso de que una cultura hubiese tomado en préstamo ese elemento de otra cultura; como podría ser el caso del influjo semítico en el pensamiento estoico griego, y en particular en el caso particular del parentesco divino, más afín al semítico.

Cada aspecto particular o elemento de una religión o cultura, adquiere su significado en el conjunto estructural del que forma parte o en el que se ha incorporado. No se trata por lo tanto de probar que tal o cual idea israelita o bíblica se encuentre también en Babilonia, Egipto o Grecia; o que haya sido tomada en préstamo por una, de alguna otra. La cuestión esencial está

en saber qué significado tiene en su contexto propio, o en el nuevo contexto al que fue incorporado. ¿Qué hizo con él el contexto cultural que lo hizo propio?

Pero esperamos que de esta comparación hayan resaltado precisamente las diferencias y se haya delineado un poco más lo propio de la visión bíblica del Dios pariente.

 

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